lunes, 13 de septiembre de 2010

Al Margen de la Vida











Ilustración de Marta Altieri

Sentado quieto y absorto, me enseña donde está la última estación, su mirada pausada y fija en un punto me hace pensar donde estará su mente vieja y cansada. A veces pienso que su lentitud se debe a que son tantas las historias que guarda que las revive lentamente ahora que la vida le ha enseñado a vivir, saboreando cualquier detalle que quizás antes fue amargo ahora que la sabiduría se ha instalado en su cuerpo, su paladar los hace dulces momentos. Es fantástico como interpreta una de esas historias que guarda en una obra de teatro, sus labios se mueven ya sin aliento, habla cortas frases en voz bajita y sin sentido en un idioma que sólo se sabe cuando estas en ese margen, donde no se camina, donde no se tiene conversaciones coherentes y de razón utilizando para ello la lógica y el sentido común, donde esperas para despedirte de la vida, detalle que ésta misma nos conceden cuando estamos cerca de la muerte, a la vez que su débil mano se alza acompañando con pequeños movimientos, es un actor desconocido que no le pagan por actuar, actor no de devoción sino de nacimiento, no finge no interpreta obras que otros escriben, no ensaya para mejorar su actuación, simplemente vive en el filo de la muerte, nada tiene que perder, nada tiene que ganar, sencillamente satisface a su deteriorada mente, so pena que nadie se para y se sienta frente a él para disfrutar de las mejores actuaciones que en ningún teatro se ve, él lo hace en el mejor escenario, al aire libre, tan solo un perro vagabundo que enroscado junto a él, lo mira con atención y gimiendo cuando el viejo le mira y le señala, como si fuese otro actor.

Su pelo grisáceo, algo alborotado y de piel oscura y arrugada hacen junto a sus cejas pobladas una postal de esas de color sepia que en cualquier rincón de un cajón todos tenemos en nuestras casas. Hace frío y una leve brisa de aire seco barre las hojas secas que a los pies de un olmo esperan a abandonar ese lugar, como este viejo que espera pasando las horas sentado con su abrigo de vieja pana apoyado en su inseparable bastón, pero su brisa no viene fresca, no viene haciendo ruido, viene silenciosa, vestida de calor que secará sus visibles y eternas lágrimas que siempre se dejan caer por su rostro. Decenas de pequeños gorriones revolotean a su alrededor acercándose al viejo tanto que incluso alguno se apoya sobre sus hombros creyendo que es una estatua o quizás saben que es inofensivo que ya no es de este mundo. Le miro fijamente y un nudo en la garganta me fuerza a suspirar y sentir esa sensación de envidia, pero en realidad no se que le envidio, aun no lo tengo claro, no se si es su serenidad, su saber, su templanza en su mirada, no se, creo que la vida aun no me ha enseñado eso, ahora sólo me dejo llevar por el estrés, no apreciar el silencio, por no mirar al frente, tengo pavor a sentir vergüenza hacia los demás, pero al mirarle ahí sentado, ese peso que cada día se pega a mi cuerpo como lastre invisible se cae al suelo, seguro que otros lo cogerán y se lo pondrán sin darse cuenta y es porque nos dejamos llevar por todo y todos, y el abuelo no…, el abuelo solo actúa y se ríe, el tiempo en él no existe, para él las gentes que mas que andar corren a su alrededor son simples hojas de carne y hueso de un árbol desconocido, no le dicen nada, él solo actúa, yo sigo caminando en el desierto de la duda, no he encontrado aun la salida, el abuelo si….

Estos días atrás no me atrevía a acercarme a él para hablarle, simplemente lo observaba de pie, pero hoy tengo la necesidad de decirle algo, pero miedo me da de interrumpirle en su actuación, de que me ignore. Tras un buen rato me decido a ir aunque no se que decir, seguro que algo se me ocurrirá.

- buenas señor, ¿como esta usted?, hace frió y he pensado que quizás necesite algo.., su silencio era lo único que me respondía. Por unos momentos se me pasó la idea de dar media vuelta y marchar, pero algo me decía que no.

- Señor… disculpe, no quiero molestarle pero me gustaría saber que piensa que siente, ¿está usted sólo?. Y como antes nada.

Minutos después y sin éxito alguno, decidí marcharme. Pasaron los días y siempre lo veía en el mismo sitio, hasta que un buen día me acerqué y en silencio me senté frente a él, en primera fila, quería ver la actuación de ese mimo que todos los días le ofrecía al perro. Fue cuando su mano dejó de señalar al animal y lentamente se dirigía a mi, su mirada acompañaba a ese gesto, un nerviosismo entró en mi cuerpo acompañando de un frío que me hacía temblar, de sus labios salio unas palabras roncas y deterioradas como él,

- Ven acércate –

No dudé y con paso lento me dirigía cuando su mano dejo de señalarme y me la ofreció para que la cogiera, sentí su rugosa y dura piel, desprendía calor, mucho calor, atónito por esa sensación y desconcertado por no saber el motivo, mis labios se sellaron y decidí a esperar, su mirada no era tan cansada y triste, tenía un brillo inmenso, una sonrisa se iba dibujando poco a poco en su rostro, me sorprendía aún mas.

- No debes parar en tu camino para verme –, me espetó.

- El tiempo que pierdes en verme, es el tiempo que no vives y no disfrutas, ya tendrás tiempo cuando estés en el último capítulo de tu vida, que será tu historia y podrás parar y estar al margen de la vida de los demás.

El abuelo hizo una pausa larga..

- Te daré un consejo- manteniendo su mirada en mi-

- Procura que tu corazón no se ahogue con tu dolor, que tus ojos no se canse de mirar a tu alrededor, simplemente sonríe y no pares en tu caminar, así nunca te lamentaras como yo lo hago, la vida es sabia y es ella quien te recordará los momentos perdidos, procura andar y limpiar tu camino, para que así otros te sigan y siempre estén cerca de ti.

- Yo anduve por la carretera del odio, de la maldad, de la infelicidad, era muy fácil. Durante estos últimos años, sentado aquí, he reconstruido esa carretera llenándola de lamentos y he dejado en la cuneta los trozos de mi coraza que no me dejaron ser como hoy lo soy, un hombre libre.

- Simplemente disfruta de lo que te da la vida, que al final te lo quitará para dárselo a otro. Somos como unos títeres, pero nunca nos sentimos como los protagonistas de esta obra que es una vida. Ahora hijo – Soltándome la mano y mirando al cielo- discúlpame pero la función se ha terminado, he de apagar las luces y ser tu espectador invisible, que estaré sentado frente a ti viéndote… Siente la vida y sonreí nunca dejes de hacerlo…

- ¡Señor!- ¿quien es usted?...- le dije con lágrimas en los ojos-


- Soy tu reflejo el día de mañana……




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