lunes, 13 de septiembre de 2010

El Cazador de Sonrisas









Ilustración de Michael Parkes

La noche tuvo que ser otra guerra más contra las pesadillas que de vez cuando expolian mis sueños, oscureciendo mis paisajes que antes de dormir dibujo con mi mente, utilizando breves pinceladas de recuerdos e iluminándolos con vivos colores, me pregunto qué me robaron las pesadillas esta vez, y no encuentro nada, aun suena el griterío de las gentes al caminar junto a mí, en la retina de mis ojos aun hay movimiento, mi piel está impregnada de vida, aun la huelo, pero falta algo… no sé. Me miro al espejo y me pregunto una y otra vez, qué pasó la noche anterior que mi cuerpo añora, me fijo mas detenidamente y observo que algo raro hay en mi cara, estoy recordando momentos de mis sueños que aun no se han borrado de mi mente y mi espejo no me devuelve nada, cada mañana mis ojos, mis labios me reflejan una sonrisa, hoy no la tengo, ¿qué ha pasado?, no puede ser, intento una y otra vez sonreír pero no puedo, no se, mis ojos sólo me dan lágrimas que me advierten de tan preciado tesoro que las pesadillas me robaron. Necesito recuperarlas, tengo que salir a la calle y buscarlas entre las gentes, esas que en mis sueños utilizo como figurantes de mi mundo, pero no se como rescatarlas de esa ciudad gris que absorbe y mata, nunca me pregunté que tendría que hacer si algún día no las tuviese, me maldigo una y otra vez, nunca reparé… era tan fácil sonreír que ahora me resulta difícil dibujar ese gesto en mis labios.

Y cabizbajo empiezo a caminar como cualquier día, pero hoy lo veo todo al revés, quizás porque es Lunes y empieza uno nuevo día, bueno mejor dicho, continua el día de ayer, igual que el de antesdeayer… hoy como siempre mis pasos trazan el mismo camino, mis ojos no ven quien pasa a mi alrededor, después de un rato andando, bueno mejor dicho corriendo aun no le he dicho a nadie "buenos días" y por supuesto nadie me lo ha dicho a mi, sólo esas miradas que nos atraviesan cuando estamos esperando en ese semáforo eterno a que nos de paso, nos deseamos mutuamente ese "ojala ese que esta delante de mí, lo pase peor que yo", es cuando por fin una sonrisa hiriente dibuja una pequeña mueca en mi boca, y yo ahora estoy un poco mejor, imaginando que otros están peor que yo. Un día cuando entré en ese mundo de estrés y odio me presentaron al egoísmo y en vez de saludarle con un hola que tal, me abracé a él como mi mejor amigo, pero esta no es la sonrisa que intento buscar, me he dejado llevar por la rutina diaria llevando sobre mí además la dura carga de la tristeza en mi rostro, no quiero que nadie me mire, que nadie me hable. Dentro de mí poco a poco se está desatando la antipatía y la indiferencia hacia los demás, tanto coraje me hace levantar la cabeza al cielo y disparar una mirada retadora a aquel que desde lo alto dicen que lo ve todo… menos a mi…. pero al volver la mirada hacia el suelo, mis ojos se fijan sobre un jardín con sinfín de flores, por primera vez en muchos años mis pies pararon de caminar, algo me atraía de ese bello lugar, me dispuse a adentrarme en ese extraño paisaje, curiosa la estampa, un grupo de viejos están inmersos en tertulias de batallas pasadas, sentados en unos bancos de piedra viejos y deteriorados como ellos, unos metros mas retirado un asiento de mármol y de bello color estaba vacío, me resultó raro, pero a la vez gratificante, tenia un asiento libre para mí, al sentarme sentí el mármol tan gélido como mi cara al despertar esta mañana. Ante mí, este lugar me dejaba ver la agitación que por las calles esta ciudad acoge a diario, empecé a ver las caras de las gentes, tras unos minutos no alcancé a ver ni una sola mueca de sonrisa, sólo malas caras y que como autómatas seguían su rumbo como si estuviesen solos en esta ciudad. Una mujer le gritaba a su hija pequeña porque ésta intentó coger algo del suelo, haciéndola llorar desconsoladamente, irritando más aún a su madre, junto a ellos un grupo de ejecutivos discutían acaloradamente, gesticulando exageradamente con sus rostros llenos de ira y odio y nada de una sonrisa. El tráfico era un auténtico atolladero de ruidos de cláxones y gritos de los conductores retenidos en interminables caravanas, curiosa la imagen de uno de estos conductores que le recriminaba al de delante y éste le contestaba con una sonrisa llena de malicia, ¡por Dios esa sonrisa no la quería para mí!. De repente una mano se posó sobre mi hombro y un calor gratificante que rescató de este panorama, uno de esos viejos mi miraba con ojos de asombro a la vez que con voz pausada me dijo.

- Chaval ¿Qué buscas?- una leve sonrisa acompañó a sus extrañas palabras- a la vez que me invitaba a sentarme junto a ellos.

- Señor, sólo busco algo que hoy al despertar había perdido… y estoy desesperado por no tener una simple sonrisa, siento que muero poco a poco-.

- Hijo las sonrisas no se pierden, por lo tanto no hay que buscarlas, hay que mirar en el corazón, ese lugar que muchas personas lo utilizan como baúl donde van todos los viejos recuerdos, ansiando aquellos sueños efímeros que nos venden como el humo de esos coches que has visto antes, contaminado todo nuestro ser, nuestra alma, quitando el brillo de la inocencia que en nuestros ojos tenemos cuando somos niños..

- Señor, como puedo buscar en mi corazón si lo tengo muy destartalado y frágil, miedo me da buscar, seguro que encontraré momentos perpetuos que cada vez que los miro me recuerden ese dolor que viví, momentos que nunca quiero volver a sentir, sólo hay sufrimiento, no encontraré una simple sonrisa-.

- Hijo has olvidado a ver lo que tienes a tu alrededor, has hecho que cada día sea como otro más y no como otro menos, te has aliado con el enemigo, ese que nos presentan con dulces palabras, falsas promesas, obligándote a caminar por el mismo camino donde no hay fuentes de vida para beber de ellas, invadiéndote las dudas como las que hoy tienes. Lo que tienes que hacer es entrar en tu corazón desnudo de temores y recuperar las sendas que un día dejaste por quimeras de sonrisas falsas, empieza de nuevo a caminar y a saborear la pureza de la vida, perdiéndote en esos frondosos bosques de alegría que un día abandonaste…

Aquel hombre se despidió con una sonrisa y se unió a sus compañeros de batalla que atentos se miraban unos a otros sonriendo cómplices de aquella lección de sabiduría. Tras unos minutos asimilando lo que aquel viejo me dijo, me dispuse a salir de aquel lugar, dejándome llevar por una ilusión, la ilusión de sonreír y rebuscando en mi corazón encontré en un rincón a mi autoestima, a mi razón de ser, al yo que abandoné, desquebrajándose en mis ojos ese cristal tintado de maldad. Fue cuando aun en estado trance alguien me tiraba de mi chaqueta, a la vez que una dulce voz me decía..

- Señor, es para usted..-.

Mis ojos no daban crédito, era esa pequeña niña que antes lloraba desconsoladamente por coger algo del suelo y ahora que con mirada llena de inocencia me ofrecía una flor, a la vez que la madre se reía de ver mi cara, mis ojos se clavaron en la carita de esa niña, me sonreía acompañándola con una pequeña carcajada, fue un momento maravilloso, no buscaba el motivo de la acción de aquella pequeña, simplemente estaba ensimismado en aquella sonrisa, no pude decirle nada, no tenía palabras mi mente embriagada de emociones no atinaba a buscar un simple gracias, tan solo le devolví un gesto de sorpresa, desaparecieron tras de mi haciendo que por primera vez yo mirase para atrás. Y con un nudo en la garganta me dispuse a tomar ese café que nunca tomo por las prisas, a sentarme en una de esas terrazas que abarrotan mi ciudad, al sentarme en una de esas mesas no tardó ni un minuto cuando un chico se me acercó sonriendo y con voz firme me dijo…

Caballero, buenos días ¿qué desea tomar?-.

Pues deseo una sonrisa en vaso de cristal con dos sobres de azúcar, y la leche que esté templada..-.

¿Perdón?- me respondió con extrañeza-

Un grupo de personas que estaban cerca de mí, empezaron a reírse, sus risas empezaron a contagiar a los que estaban en las mesas contiguas, me hicieron despertar de mi abstraído pensar, y en vez de enfurecerme me uní a ellos con una carcajada desvistiéndome de timidez y vistiéndome con una sonrisa. Eran esos ejecutivos que antes los veía discutir, no era así, simplemente estaban buscando y señalando a que terraza irían a tomar un café.

Pasó un buen rato y me dispuse a volver a mi casa, levantar las persianas y abrir las ventanas para que el aire puro y fresco limpie de las paredes ese dolor, y fue cuando en el camino volví a sentir ese aroma que solo en mis sueños sentía, eran las gentes que se saludaban los unos a otros y deseándose los buenos días, llenando la ciudad de sonrisas y miradas amables y al llegar a mi casa busqué mi reflejo en mi espejo, un nervio en el estómago me hacía dudar, pero recordaba esa voz de ese viejo y sin mirarme en el espejo, lo descolgué y lo guardé debajo de la cama, me di cuenta de que no necesitaba reflejarme en un espejo frío que sólo me devuelve lo que ve, y no lo que hay dentro de nosotros.

Desde aquel día cuando busco una sonrisa, salgo a la calle a cazar lo que un día creí que perdí… simplemente una sonrisa…

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