lunes, 13 de septiembre de 2010

Te Dejaré una Ilusión







Ilustración de Sam Weber

Ya es muy tarde y la noche fiel como siempre, siembra la ciudad de silenciosa oscuridad, las estrellas… faroles del firmamento iluminan las montañas haciendo de ellas figuras sensuales y delicadas, trazando dulces curvas de un lado hacia otro arropando el denso bosque del frío mar, la vista es bonita, la imaginación aún mas, pero le falta algo, algo que realmente haga de todo esto un paisaje de ensueño, no se el por qué, pero en estos momentos me siento feliz, dándome una sensación de completo bienestar que invade mi cuerpo, una especie de cosquilleo recorre todas mis entrañas buscando una explicación a toda esta paz, es increíble como puede cambiar el día de la noche.

Siempre deseo que llegue la noche y poder mirar el infinito y volar entre las estrellas para buscar mi estrella favorita, la que más luz da, la más bella, la más grande y al fin la encuentro, siempre está nunca me falla, la observo y no puedo evitar que unas lágrimas me traicionen y se asomen para recordarme que hoy he vuelto a sentirla. El bello se me eriza al saber que le pude acariciar, mis labios sellados por un juramento de penitencia buscan justificar ese deseo de besar solamente los suyos, hoy como todas las noches miro hacia atrás y vagos recuerdos llenan mi imaginativa mente para martirizarme por mi error. Nunca me perdonaré el día que la dejé marchar, aún no encuentro la explicación a tal acción, no se si llegó a saber lo tanto que la quise, nunca podré comprender como estuve envuelto en cuentos, como ella me decía, hasta que un día grité su nombre y solo mi eco me respondió, me di cuenta de que llegué a mi mundo de soledad, ya no escucharé su voz cuando mire a ese trocito de cielo donde un día imaginé nuestro paraíso y no la pueda ver, pensaré que era ella mi estrella, mi lucero, ya no navegaré en mi pequeña barca de ensueño la cual me llevaría surcando los mares de estrellas en busca de mi felicidad y que hoy la dejé marchar. Me siento solo y abandonado, todo lo he perdido, quizás pensé demasiado de que todo esto era un sueño y lo que realmente fue, simplemente era real.

Me culpo de no poder haber ayudado a esa niña que un día le enseñé desde la orilla a ese mar con todos sus encantos y de que no pude montarla en mi barquita y luchar contra los vientos y mareas juntando nuestros sentimientos, nuestros sueños e ilusiones… me maldigo reprochándome el por qué no me hice a la mar.

Ahora desde la orilla miro detenidamente ese mar, veo como las olas tímidamente mueren en mis pies, dejando suspiros de secretos que un día tuve y no pude decir. Espero que esa niña, se convierta en una sirenita capaz de hacer dulce el agua salada, de surcar el gran manto de agua siguiendo tras sus ilusiones, sus caprichos o quizás encontrarse con ese velero que la haga a la mar con un auténtico marinero. Yo me miro en el reflejo de las olas y veo un completo tonto, que no tiene barca, que no tiene rostro, sólo me queda el sabor de sus labios, el cosquilleo de sus caricias, sus sonrisas… y todo pasará a ser parte de mi rincón de los sueños en las galerías de mi corazón, donde vaga mi amor, ese corazón que nunca olvida, que siempre desea y ama.

Ya es tarde el alba raya y los ruidos del bosque desgarran mi silencio, estoy cansado y tengo sueño, miedo me da de no poder soñar contigo, de despertar y tener que buscar entre mi almohada esos sueños de la noche que el día me arrebata, miedo me da despertar de este sueño y no encontrar nada.

Con mano temblorosa termino este cuento, espero que todo esto nunca acabe, pues deseo vivir y sentir esta pena antes de tener que obligar a mi corazón que no me pida otra noche más para buscarla.

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