miércoles, 23 de marzo de 2011

Miradas









Tan sólo fueron diez minutos, apenas un instante. Hace tiempo lo imaginaba, lo deseaba incluso lo envidiaba. Duró lo que se tarda en consumir un cigarrillo de entre mis dedos. Años esperando lo que se siente, años recordando ser el cuerpo que espera ese calor en el frío de mi soledad.

Echado contra la pared observaba como el humo se hacía transparente sin dejar huella, llevándose suspiros entre calada y calada. Mi cuerpo saboreaba esa falsa tranquilidad, cigarro que miente a mi alma, dando ese inexistente placer. Aun sabiendo que me engaño, me gusta hacerlo. Justifico sin justificaciones todo aquello que no es nada ahora, porque ya todo calla. Aparente tranquilidad falsificando mis miradas. Ocultando la suavidad de mis caricias en manos sucias y encalladas. Masticando y destrozando mis palabras de amor, aquellas que por error intentan salir al exterior sin permiso de mi corazón. Piel deshidratada por falta de esos besos, que recuerdo como placentera crema que vestía de fina tela mi desnudez.

Entonces la vi, bajó del coche junto con la más bella e indescriptible sonrisa. Sus ojos sólo lo miraban a él. Brazos invisibles salían de esa mirada, su único deseo era la de atraerlo hacia ella en ese momento suyo y de él. Minutos después a escasos centímetros el deseo explotó de la forma más inofensiva, sin palabras, sólo miradas sinceras. Ella amarrando su increíble deseo de tenerlo, lo cogió de la cintura, fue una caricia mas bien y juntando sus temblorosas manos por su espalda lo abrazó dejando su cabeza suavemente sobre su pecho, junto a su corazón. Desde aquí podía sentir ese latido. Inmóvil desde mi sitio observaba con atención aquel momento que no era mío, pero que lo sentía como tal.

Él mientras tanto con mucha delicadeza le acariciaba el lacio pelo negro que ocultaba su rostro. Fueron unos minutos eternos. Para ellos no existía el tiempo, no existía lugar. Yo me quedé atrapado en ese su instante, me sentía ladrón de ese sentir deseado por mi, pero que no me pertenecía. Estaban allí, pero no estaban allí. Él le besaba su frente, ella seguía escuchándolo a través de su pecho. Nervios en mi estómago, frío por mi espalda, dulce sabor en mis labios mordidos. Sentía como mío ese abrazo sin sentir sus brazos. Yo tan sólo recordaba que era esa la niña de mis ojos que aun viene a mi mente cuando no quiero.

Ella lo miró, volvió a sonreír con tristeza ante el inminente adiós. No hubo palabras no hubo más abrazos. Él se marchó y ella desde su mundo lo despedía con la mirada. Volví a mirar mi cigarro ya apagado y sentía como esa imagen, ese momento me devolvían todos mis suspiros que tiraba escondidos tras el humo del cigarrillo. Calmando ese nervio, alimentando mi envidia por un abrazo. Cerré los ojos e intente olvidar lo que ví minutos antes. Entonces fue cuando el ruido me despertó de aquel sueño real. Sequé mis ojos y volví a mirar, pero ella ya no estaba, sólo quedaba un aroma en el ambiente difícil de explicar pero fácil de sentir.

Empecé a caminar, mientras guardaba en mi corazón un momento no vivido pero si sentido. Un abrazo, mis sueños por un abrazo sincero, pero si dejo de soñar nunca mas podré recordar ese abrazo y ese latir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

hay abrazos que matan.

JUAN MANUEL dijo...

Es verdad hay abrazos que matan, Supongo que tú anónimo has dado mas de un abrazo que mata y hace sufrir, procura nunca abrazarte a ti mismo/a.
Reconozco que yo he sido muchas veces un cobarde, no lo niego, pero mis abrazos los he dado con sentimiento. no me hace falta esconderme tras el anonimato como para decirlo.
De todas formas muchas gracias anonimo por visitarme

Anónimo dijo...

Imágenes me vienen a la mente al leer su relato. Sensaciones que parecen lejanas y que no volveré a sentir. Despedidas con la esperanza de un reencuentro, pero que ante la incertidumbre y el lento paso del tiempo se apagan como ese placentero y disfrutado cigarro suyo. Ese cigarro que guarda secretos, confesiones, risas y descubrimientos inesperados.
Abrazos rebosantes de añoranza y necesidad que vemos y que quisiéramos sentir para guardarlos en nuestra mente y en nuestra piel, porque recordemos: una de las mejores sensaciones es la de abrazar a alguien al que has echado mucho de menos...
Solo puedo decirle Gracias.