jueves, 16 de diciembre de 2010

El Peregrino















Ilustración de Istvan Sandorfi


Tiene rincones pero no veo ninguna esquina, hay rectas pero se hacen curvas en el lugar indicado. Color a tierra recién mojada sin haber llovido. Humedad que brota desde sus entrañas y se mezcla con el olor de la pasión. Feroz terremoto de sensaciones han contorneado el descansado lugar. Escondido bajo una fina capa blanca que no es nieve y que baja desde los sinuosos montes, dejando un bello y desolado paisaje que antes fue un torbellino de movimientos y voces ahogadas en gemidos.

Ahora todo calla, mientras observo este paisaje de difícil pincelada, de indescriptibles emociones. Aun oigo el viento suspirar desde ese manantial vacío de agua pero lleno de Ambrosía. Escondido de entre una maraña de finos hilos de seda negra, ocultando ese incitante brote de lujuria.

Todo empezó en ese lugar, el principio del final de mi camino. Sendero inaccesible, pero limpio de rocas, de suelo suave que me invita a pasear desnudo de ropas, pero vestido con el deseo incontrolable de invadir este paraíso hoy terrenal. Me siento peregrino sin devoción, pero con la codicia del incontrolable deseo de poseer este territorio.

Mis fuerzas están debilitadas. Necesito reponer este cuerpo manchado de esa humedad que se ha mezclado con mi sudor. Nadie ha ganado, nada he conquistado, sólo he dado de comer a mi egoísta fantasía de tener entre mis manos a esta victoria sin derrotados. Vine libre de sentimientos, sin piedad, pero algo ha cambiado dentro de mi, no soy el mismo, no miro igual. Trato de calmar mis temblores con este silencio pero no encuentro la paz. Mi cabeza esta desbordada de tantas siluetas que me atrapan con su roce. De palabras embriagadoras que penetran en mis oídos sordos de razones.

Aquí nunca amanece, nunca anochece, no existe el tiempo. Mi respiración se acelera, mi aliento se confunde con el humo del cigarro. Aun me quedan sitios donde saborear ese aroma de pasión. Mi cuerpo yermo de sensibilidad, empieza a sentir como los escalofríos se rebelan y perturban mi supuesta tranquilidad. Mi ser quiere más, no le basta con una pequeña retirada, quieren hurgar en ese vasto jardín de una sola flor.

Estiro mi mano y dibujo su contorneo en el aire. Siento ese placer en las yemas de mis dedos, intento calmar a mi ejército sin soldados que deseosos se visten de ardor para su nueva invasión. Pero no debo, no quiero, simplemente la observaré como tendida en mi cama me excita. Me ataré con cadenas transparentes a la espera de su despertar. Será cuando por primera vez en mi habitación amanezca pero sin que salga el Sol. Eres poesía no escrita, no leída. Un verso que hoy me regalas.

Y al abrir los ojos cariño, entonces en ese momento te haré el amor


1 comentario:

Anónimo dijo...

El piano…sencillamente hermosa…una de las mejores películas que he visto.

Conozco esa sensación en las yemas de mis dedos, ese lugar en el que no hay día, ni noche, ni tiempo…

Tus letras hoy me envolvieron, sutil y delicadamente…

Un placer amigo

Bsos